miércoles, 27 de junio de 2012

CARTA DE INVITACIÓN A ESPAÑA


Se anunció en Madrid el 22 de junio de 2012, la reevaluación de las medidas migratorias que adoptó España hace unos cuantos años hacia los mexicanos que visitaban el país. La prensa mexicana de hizo eco de ello el sábado 23 y es de suma importancia tratar el asunto.
Las nuevas medidas finalmente aceptadas por el gobierno de Mariano Rajoy me parecen más favorables para ambas partes, cuando que la relación bilateral es estupenda y sobre todo, muy fluida. Enhorabuena. Es un replanteamiento total muy oportuno cuando estamos en vísperas de las vacaciones estivales y el turismo mexicano a la Península (identificable por sus compras) aumenta de manera significativa. Ha sido pues, una medida inteligente, apropiada y necesaria, sin lugar a dudas.
Lo acordado consiste en que los mexicanos que visiten España deberán portar las confirmaciones de reserva hotelera cuando sea el caso y siempre el billete de ida y vuelta, comprobar la portación de 62 euros diarios para manutención, además de no requerir de visa obligada, siempre y cuando no rebasen los tres meses de estancia. Hasta allí lo ya existente, que no representa mayor problema.
Lo que cambia diametralmente y es lo más significativo consiste en la no necesaria tramitación de la llamada carta-invitación, la cual debían obtener los ciudadanos españoles receptores de mexicanos en sus domicilios y que trasmitían a éstos últimos, sin la cual se imposibilitaba su ingreso a España, generando que tan solo en 2011 ya fueran rechazados y devueltos a México 250 mexicanos y en 2012 la cifra ya ascendiera a 120. Ello con los consabidos incidentes migratorios y un triste desenlace que a nadie beneficiaba.
Esa carta-invitación de farragoso trámite para los españoles, de hasta un mes de espera para obtenerla, estaba justificada como una medida de carácter supranacional proveniente de Bruselas, según la cual cuando un extranjero iba a alojarse con amigos o familiares deberían aquellos de tramitarla, costeándola los ciudadanos españoles a razón, según nos vamos enterando en ultramar, de 80 a 120 euros. Casi nada ¿eh?. Y que para alcanzarla hasta debían acreditar escrituras de sus casas, entre otros requisitos. Costoso sin duda y que con la que está cayendo, a mí como mexicano la verdad que me apena, pues qué necesidad de poner en semejante brete a mis amigos españoles. Inadmisible. Nunca he recurrido a ella, pero se me caería la cara de vergüenza si algún amigo español debiera pasar por semejante trance. Ni que fuera yo el Papa para tanto trámite.
Ahora no será requisito indispensable. Eso nos beneficia a todos.
Se ha logrado la medida tras dejarse en claro por la parte mexicana, que sus ciudadanos no son un riesgo migratorio, una competencia laboral. En esa tesitura y con la misma claridad debe saberse en España y que se diga sin tapujos y con contundencia, para que no quede duda alguna: los mexicanos en verdad que viajan a ella más por turismo, relaciones familiares y estudios, que por trabajo y acaso y suelen montarse negocios en forma, que con deseos de quedarse a la buena de Dios de manera improvisada. Es que eso más lo hacemos hacia Estados Unidos. Así las cosas, no somos competencia ni en España ni allí con otros países del subcontinente. Para eso, los ojos los tenemos puestos en otro lado. Cosas de la vecindad.

Ha sido un acierto del recién llegado embajador mexicano en Madrid, Francisco Ramírez Acuña, miembro prominente del partido Acción Nacional aún gobernante, quien ha contado con un valioso apoyo tanto de funcionarios mexicanos de alto nivel como del ministro de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Jesús Gracia, y otros funcionarios de los ministerios de Asuntos Exteriores y de Interior, quienes han contribuido a tan trascendentales medidas que se acompañarán de la asesoría consular mexicana atenta a los vuelos que lleguen a España y ambas partes promoverán los requisitos de acceso de manera previsora y España valorará en todos los casos, aquellos especiales acorde con su soberanía. Son medidas que redefinen una positiva relación.
Se comprende y todo hay que señalarlo, que es menester hacerlo para ordenar una migración que combata el mochilazo, la improvisación o la ilegalidad. Ambos países lo merecen. No perdamos de vista que todos deseamos que los encuentros y reencuentros sean gratos para todos. Voy más. Sume usted que a mí, que siempre me ha gustado viajar con orden y legalidad, sin ánimo de violentar norma alguna ni aplaudo a quien lo pretenda, ni me parece justo para ninguna sociedad el aguantar desmanes e ilegalidades de terceros ajenos a ella, yo sí me apego a lo que hay. No desconozco eso sí, que la medida de la impopular carta-invitación ya estaba viciando la relación entre ambos países y entorpeciéndola, cuando su fluidez es inmejorable y deseable que aumentara para ambas partes, que tanto provecho sacan de la misma. Se podía estar perdiendo lo más por lo menos. Ya no hablemos de la falta de reciprocidad, un elemental principio de derecho internacional.
De manera tal que es deseable que ambos países ordenen aún mejor el tránsito de sus ciudadanos. Son perfectamente compresibles los resquemores que generan en España temas como el paso de drogas desde México dirigidas al mercado español y por supuesto, al europeo. Ahora bien, es necesario distinguir siempre al simple turista del traficante. Es imperioso no confundir a quien va de paseo con quien tenga pretendidas intenciones de violentar la ley española. Por todo ello, es plausible lo sucedido el 22 de junio de 2012, pues habla por un lado de la consciente necesidad de rectificar y por el otro de mejorar la medidas que coadyuven a un mejor entendimiento y a una más estrecha colaboración, que redundarán en beneficio de los dos países.
No puedo sino congratularme por lo sucedido y confío en que desde ya rendirá frutos positivos para ambas partes.

Fuente: El Imparcial

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