Salvador Flores Rivera, “Chava Flores”, nació en la Ciudad de México el 14 de enero de 1920, en la calle de La Soledad, del populoso barrio de La Merced. Sus padres fueron el capitán de fragata Enrique Flores Flandes y la señora Trinidad Rivera de Flores. Tuvo dos hermanos: Enrique y Trinidad.
Vivió en casi todas las colonias del Distrito Federal: Doctores, Roma, La Romita, Cuauhtémoc, Peralvillo, Tacubaya, San Rafael, Santa María la Redonda, El Carmen, Coyoacán, Santa María la Ribera e Hipódromo Condesa.
Al respecto, él mismo comentó alguna vez: “Y si no viví en el Castillo de Chapultepec, fue porque en ese tiempo, discriminatoriamente, sólo lo ´alquilaban´ al que fuera Presidente de la República; pero si ahí hubieran existido disponibles dos cuartos con baño y cocina, les juro que mi papá hubiera hecho lo imposible porque los habitáramos”.
Cuando salió de la primaria, tras el repentino fallecimiento de su padre en 1933, tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar para ayudar a su madre. Para el año de 1943 era ya el contador del negocio en donde laboraba y decidió renunciar al cargo para independizarse.
Se dedicó entonces al manejo de una camisería de su propiedad, con el nombre de Flores y Méndez, aunque la fortuna no le sonrió en esta aventura, como él mismo lo comentó: “1945 fue el año de mi fracaso total en ese ramo”.
Sin embargo, su espíritu de lucha nunca lo abandonó e hizo de todo para ayudar al sustento de su familia, desde coser corbatas hasta emplearse como mensajero, repartidor, cobrador, auxiliar de contabilidad, contador, comerciante y ferretero.
Después tuvo una salchichonería y adquirió un camión repartidor de carnes, el cual tuvo que rematar cuando ese negocio, para variar, no funcionó. Más adelante se asoció con un amigo para manejar una pequeña imprenta, con la que realizó uno de sus sueños: editar la revista Álbum de Oro de la Canción.
Él mismo confesaría, años más tarde, que “Gracias a la revista tuve la oportunidad de conocer a los grandes compositores de esa época, a quienes entrevistaba y por quienes sentía una gran admiración, al grado de querer llegar a ser un día como uno de ellos”.
En efecto, Chava Flores se sentía cautivado por el trabajo de los creadores musicales, a los cuales se refería con respeto diciendo: “Mi afecto y admiración por los autores y compositores creció y creció, hasta colocarlos en el pedestal que aún siguen teniendo en mi simple y sencillo corazón”.
En 1952 se inició como compositor, debutando con la canción “Dos Horas de Balazos”, la cual, junto con el tema “La Tertulia”, fue llevada a los acetatos el 11 de enero de ese año. El éxito fue tal, que no tardaron en aparecer sus nuevas creaciones: “Boda de Vecindad”, “Peso Sobre Peso (La Bartola)”, “La Interesada”, “El Gato Viudo”, “Mi Chorro de Voz”, “Ingrata Pérfida” y “Llegaron los gorrones”.
Sus temas pronto se arraigaron en el gusto de la gente, que aceptó canciones como “Pobre Tom”, “Vámonos al Parque, Céfira”, “Cerró sus Ojitos Cleto”, “Pichicuás”, “Los Quince Años de Espergencia” y, más adelante, “Sábado Distrito Federal”, “Voy en el Metro” y “A qué le Tiras Cuando Sueñas, Mexicano”.
Fue el creador de un singular estilo, así como el principal difusor de sus canciones, mediante presentaciones que realizó en los centros nocturnos y teatros más importantes de la capital y del interior de la República Mexicana.
En cine participó en siete películas: “Mi Influyente Mujer” , “La Esquina de mi Barrio” , “Rebeldes sin Causa”, “Bajo el Cielo de México”, “El Correo del Norte” y “La Máscara de la Muerte”, y ¿A Qué Le Tiras Cuando Sueñas Mexicano?.
En el repertorio de Chava Flores hay más de 200 temas, que por su contenido le valieron que el público lo llamara “El Compositor Festivo de México”, “El Cronista Musical de la Ciudad”, “El Folklorista Urbano de México” y “El Compositor del Barrio”.
En cierta ocasión que le preguntaron si su música era de protesta, el compositor respondió: “A través de la música se pueden decir muchas cosas; la música será siempre una memoria histórica, pero nunca se va a poder hacer una revolución o una guerra con una canción, así que la llamada canción de protesta no es más que un relato que describe la inconformidad de algunas personas, y es ilógico pensar que con canciones se va a cambiar el sistema. Eso se hace con trabajo y dedicación”.
Su obra, sin embargo, no se circunscribe solamente a temas festivos y narraciones de lo que pasaba en los barrios. En su producción musical también se pueden encontrar canciones románticas en las que expresa sus tristezas, alegrías y sinsabores.
El propio Chava Flores comentó alguna vez que “la gente cree que nada más hago música para reír, pero tengo canciones diferentes que no se han publicado y que hablan de otra clase de vivencias que he tenido, porque yo también tengo mi corazoncito”
Chava Flores fue un apasionado que hizo de la música, la fotografía, la filatelia, la lectura, el cine y el baile sus grandes aficiones. Coleccionaba las obras de los grandes compositores mexicanos y extranjeros a quienes admiraba; sus preferencias incluían la música clásica, la instrumental, temas de películas, la zarzuela, el tango, y, por supuesto, la música mexicana.
La obra de Chava Flores trascendió a niveles culturales y actualmente se le estudia en las escuelas primarias y secundarias. Varias de sus canciones aparecen en los libros de texto gratuito, mientras que en diferentes universidades se hace lo propio en la especialidad de sociología.
Obtuvo varios reconocimientos y premios de instituciones tanto públicas como privadas, entre los que destaca la Medalla Agustín Lara, que la Sociedad de Autores y Compositores de México le otorgó por su brillante trayectoria artística.
Chava Flores escogió a la ciudad de Morelia, Michoacán, para vivir los últimos años de su vida, pero cuando se sintió enfermo regresó a la Ciudad de México, en donde falleció el 5 de agosto de 1987.
Se extinguió así un compositor único en su estilo y uno de los artistas mexicanos más versátiles y queridos, pero su obra definitivamente vivirá por siempre.
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