Michoacán es un hermoso y grande estado del occidente de México. Es la puerta a uno de los sures de este país. Ahí hay dos gobiernos. Uno formal, presidido desde febrero por Fausto Vallejo, miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien ha intentado en los meses recientes desanudar el desastre que heredó. Y el real, que al menos desde hace siete años cobra impuestos y decreta quién vive y quién muere. Este último, que toma nombres tan sugerentes como La Familia Michoacana o Los Caballeros Templarios, acaba de asestar un nuevo golpe, de dar una nueva demostración de que ellos mandan: asesinaron a una joven mujer que ya se les había escapado en dos ocasiones.
María Santos Gorrostieta Salazar tenía 36 años, tres hijos y el cuerpo marcado por las balas. Tenía además una valentía a prueba de cobardes. Médico de profesión, de 2008 a 2011 fue alcaldesa de Tiquicheo, un pequeño pueblo a dos horas y media al sur de Morelia, la capital. Pero a alguien, cuya identidad es desconocida, no le gustó que Santos Gorrostieta se creyera aquello de que era la autoridad. El 15 de octubre de 2009 atentaron contra su vida. A pesar de las heridas no murió pero en ese ataque falleció su esposo.
Santos Gorrostieta, que había militado en el PRI para luego migrar a las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD, izquierda), se recuperó y retomó sus labores en la alcaldía. El siguiente enero, en la fecha en que su agenda marcaba una reunión en uno de los infiernos de este país, la zona de Tierra Caliente, que incluye una región del colindante estado de Guerrero, fueron a por ella. De nuevo, de manera milagrosa, sobrevivió al ataque y a las heridas.
Pablo Ordaz, en el reportaje Son mexicanos, son valientes, publicado en este diario el 11 de junio del año pasado, recordaba que tras los ataques ella dijo esto: “A pesar de mi propia seguridad y la de mi familia, tengo una responsabilidad con mi pueblo, con los niños, las mujeres, los ancianos y los hombres que se parten el alma todos los días sin descanso para procurarse un pedazo de pan...; no es posible que yo claudique cuando tengo tres hijos a los que tengo que educar con el ejemplo”.
Hoy sabemos que todo era cuestión de tiempo. Que los criminales no la respetarían ni porque había resistido a sus balas en dos ocasiones ni porque ya había abandonado el cargo. El lunes desapareció, el martes un familiar reportó que no la encontraban, el jueves en la madrugada apareció el cuerpo torturado de una joven mujer y el viernes el cadáver fue identificado como el de María Santos.
Quizá la joven ex alcaldesa, que se suma a una lista de ediles y ex ediles mexicanos asesinados en el Gobierno de Felipe Calderón, que ya suma 40 asesinatos, escuchó a finales del mes pasado de las declaraciones de Mario Reyes Tavera. “Estamos promoviendo que regrese la gente a Tiquicheo, que ya no tengan miedo, se hablan muchas cosas malas pero la inseguridad ya se encuentra muy alejada de la cabecera municipal”, dijo el sábado 27 de octubre Reyes Tavera, sucesor de María Santos en la alcaldía.
Mas los que de verdad gobiernan pensaban distinto. Con su lenguaje, el de las balas y la cobardía, hicieron pagar a Santos Gorrostieta su desafío. El otro gobierno, el formal, ha dicho exactamente lo que se esperaba de ellos: que como autoridad estatal se comprometen a esclarecer el asesinato. A ver quién les cree, pues todo mundo sabe que hoy en Michoacán la justicia es un asunto para la otra vida. Y eso quizá.
Fuente: El País
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