jueves, 19 de julio de 2012

UN BATIDO PARA PANCHO VILLA

Existe un centenario lugar en la Ciudad de México donde al líder revolucionario Doroteo Arango, mejor conocido en los libros de Historia como Pancho Villa, se le recuerda no solo como el célebre Centauro del Norte que hace más de un siglo distribuyó a los campesinos las tierras resguardadas celosamente por ambiciosos hacendados. Y es que allí, en la cantina La Ópera, un local de altísimas y doradas paredes en el centro histórico de la capital mexicana, corría el año de 1914 cuando el general Villa dejó marca en el sentido más literal de la palabra.
 
De paciencia escasa y armas tomar, el revolucionario, reunido con sus villistas, decidió poner fin a una intensa discusión de borrachos que se gestaba en la mesa contigua. Hábil con las palabras pero aun más con las pistolas no halló mejor manera de «restaurar la calma» que apuntar su revólver calibre 44 al techo y disparar.
 
Así nació la atracción turística más destacada y envidiada del ahora restaurante familiar La Ópera. Han pasado más de 10 décadas y la huella del tiro permanece allí, señalada por un círculo negro que diariamente atrae a un centenar de visitantes nacionales y extranjeros ávidos de admirar el peculiar legado de uno de los héroes mexicanos por excelencia.
 
Esta es tan solo una de las anécdotas que Enrique Teniente, capitán de camareros del bar ubicado en la esquina de las calles 5 de mayo y Filomeno Mata, cuenta con entusiasmo a los clientes. También conoce cuál era el trago favorito de Villa.
 
Alto, corpulento y bigotón, este macho mexicano en toda regla no bebía tequila. Tampoco whisky, cognac, cerveza o licor alguno. De hecho los historiadores aseguran que era abstemio y que tan solo tenía dos vicios: las mujeres y el batido de fresa que pedía siempre que fuera posible para mitigar su añoranza de aquellas épocas vividas en el país vecino del norte, Estados Unidos.
 
Pero este mítico lugar -inaugurado en 1876 por un par de hermanas francesas de apellido Boulangeot en una calle aledaña a su ubicación actual- ha visto más que disparos. Sus mesas guardan los secretos de las larguísimas conversaciones que en ellas mantenía, allá por 1969, el 'Poker de Ases', un selecto grupo de camaradas formado ni más ni menos que por el recién fallecido escritor mexicano Carlos Fuentes que, en compañía de su colega Carlos Monsiváis, el periodista cultural e historiador Fernando Benítez (ambos también fallecidos) y el pintor José Luis Cuevas generaba los debates más acalorados de la época.
 
Todos los presidentes
 
Pero, además de intelectuales, La Ópera ha recibido a los personajes más distinguidos del momento. Artistas, políticos, empresarios de mucha monta... Incluso a presidentes. De los mexicanos, desde el mandatario Porfirio Díaz hasta Vicente Fox, ninguno ha faltado a la cita.
 
No es para menos, el tercer restaurante más antiguo de la urbe, fue construido para recibir a los más poderosos aristócratas. Por eso se entiende su sobrada decoración de estilo barroco, la fina tapicería que aún reviste sus paredes, los relieves delicadamente esculpidos en hoja de oro, la enorme barra tallada en encino rojo y los exclusivos óleos en sus elegantes muebles de madera.
 
En sus inicios fue testigo de las prácticas más tradicionalistas de aquel México del siglo XIX. Dos puertas de acceso hacían marcada diferencia entre hombres y mujeres. La entrada principal recibía a los señores, mientras que las damas debían usar la entrada trasera para ingresar en un espacio mucho más pequeño. Una vez en su interior, un muro les impedía mezclarse con los caballeros y escuchar sus conversaciones.
 
Como si esto fuera poco, las clientas debían estar casadas y llevar por escrito un permiso firmado por sus esposos en el que, dependiendo de la bondad del marido, se les concedía autorización para entrar al lugar, tomar una copa o emborracharse hasta altas horas de la madrugada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario