Nadie mueve un solo dedo para defender a los paisanos que son víctimas de discri-minación en otros rincones del mundo... Por eso nos maltratan, por eso nos gritan, porque nuestro gobierno se ha preocupado por todo, menos por defendernos.
Ilustración: Mario Fuantos
En China maltrataron al esposo de la actriz Martha Cristiana. Usted seguramente también se enteró. Fue un asunto bastante desagradable.
Resulta que la señora estaba en el aeropuerto de Pekín con su marido y sus dos niños cuando un empleado de una aerolínea les empezó a reclamar algo en chino, les impidió abordar el avión que estaban esperando y, acto seguido, agarró a golpes al esposo de Martha.
Imagínese usted la escena, el impacto en los hijos de este hombre y la impotencia.
¿Qué haces si un tipo te comienza a pegar en un aeropuerto? ¿Se la devuelves? ¿Te dejas?
El caso es que misteriosamente desaparecieron los videos de seguridad que le hubieran podido servir a nuestros compatriotas para defenderse y que los testigos volaron.
¿A usted no se le hace espantoso? A mí, sí, y más porque cada vez me entero de más historias por el estilo, independientemente de lo que he vivido en los últimos meses.
De un tiempo a la fecha he tenido que viajar por diferentes rincones del mundo por cuestiones de trabajo y aeropuerto adonde llego, aeropuerto donde me pasa algo malo.
¿Por qué? Por ser mexicano.
Yo no sé si la comunidad internacional piensa que los mexicanos somos una amenaza bacteriológica, terroristas encubiertos, narcotraficantes haciendo contactos o vaya usted a saber qué, pero llega un momento en que uno se harta.
Aterrizo en un avión con chilenos, colombianos, venezolanos, argentinos y uruguayos. ¿Y a quién agarran de su puerquito? Al mexicano.
Los demás pasan como si nada. ¿Y yo? Tengo que ser sometido a un interrogatorio especial, tengo que hacer una descripción precisa de lugares y personas a las que voy a ver y me tengo que dejar manosear varias veces.
Los agentes toman mi pasaporte y nomás leen la palabra México, me comienzan a bombardear con preguntas estúpidas.
La otra vez hasta me preguntaron qué había sido lo último que había comido. ¡Por qué! Yo no veo que le pregunten lo mismo a los demás. ¿Por qué a mí sí? ¿Por qué a mí siempre?
La semana pasada mi maleta apareció sin candado en otro país y los encargados, en lugar de atenderme e investigar, me mandaron hacer una revisión especial.
Como yo llevaba muestras de periódicos y revistas, me obligaron a abrir paquete por paquete, no fuera a ser que entre el MILENIO y el Hola fuera a tener escondidas varias toneladas de droga.
Ni hablemos del polvo misterioso con el que llenaron mi maleta, de cómo agarraron mi ropa ni de los malos modos de policías, encargados de migración y aduanales.
Si yo viera que tratan igual a los demás, no me molestaría tanto, pero nomás es conmigo, con el mexicano.
No, y ni le cuento de las veces que me han metido a la máquina de rayos equis, de los líquidos que me han puesto en las manos para ver cuántas armas he disparado en las últimas horas ni de las perpetuas humillaciones en cada uno de los puntos de revisión.
Estoy consciente de que hay una paranoia internacional y que cuando muchas personas de otros países vienen a México también son tratadas de mala manera, pero más allá de eso, hay otro asunto que tiene que ver con ser mexicano en el extranjero.
Ya no nos respetan, ya no confían en nosotros, y estoy seguro de que si pudieran, ni nos recibirían.
¿Qué está pasando con nuestra imagen? ¿Por qué no se está haciendo nada al respecto? ¿Por qué estas noticias casi nadie las comenta?
¿Esto por qué está pasando? ¿Por la influenza? ¿Por la guerra? ¿Por lo que sale en los medios? ¿Por lo que no sale?
¿Pero sabe qué es lo más triste de esta historia? Que estamos solos.
Yo no he visto que nuestras autoridades muevan un solo dedo para defender con éxito a cualquiera de nuestros paisanos que, como Martha Cristiana o como yo, han sido víctimas de discriminación en otros rincones del mundo. No he visto que castiguen a nadie.
Los agentes de Estados Unidos pueden asesinar a un mexicano en pleno Río Bravo y lo máximo que pasa es un intercambio de extrañamientos.
Por eso nos maltratan, por eso nos gritan, por eso nos pegan, porque nuestro gobierno se ha preocupado por todo, menos por defendernos.
¡Ah, pero no fuera el embajador en Inglaterra mirando que le dicen flojo en Top gear porque entonces sí habría escándalo hasta en los noticiarios más importantes de nuestra nación!
¿Se fija lo mal que estamos? ¡Qué vergüenza!
¡Atrévase a opinar!
Fuente: OJO POR OJOÁlvaro Cueva
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