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domingo, 5 de agosto de 2012

Salvador (Chava) Flores Rivera


Salvador Flores Rivera, “Chava Flores”, nació en la Ciudad de México el 14 de enero de 1920, en la calle de La Soledad, del populoso barrio de La Merced. Sus padres fueron el capitán de fragata Enrique Flores Flandes y la señora Trinidad Rivera de Flores. Tuvo dos hermanos: Enrique y Trinidad.

Vivió en casi todas las colonias del Distrito Federal: Doctores, Roma, La Romita, Cuauhtémoc, Peralvillo, Tacubaya, San Rafael, Santa María la Redonda, El Carmen, Coyoacán, Santa María la Ribera e Hipódromo Condesa. 

Al respecto, él mismo comentó alguna vez: “Y si no viví en el Castillo de Chapultepec, fue porque en ese tiempo, discriminatoriamente, sólo lo ´alquilaban´ al que fuera Presidente de la República; pero si ahí hubieran existido disponibles dos cuartos con baño y cocina, les juro que mi papá hubiera hecho lo imposible porque los habitáramos”.

Cuando salió de la primaria, tras el repentino fallecimiento de su padre en 1933, tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar para ayudar a su madre. Para el año de 1943 era ya el contador del negocio en donde laboraba y decidió renunciar al cargo para independizarse. 

Se dedicó entonces al manejo de una camisería de su propiedad, con el nombre de Flores y Méndez, aunque la fortuna no le sonrió en esta aventura, como él mismo lo comentó: “1945 fue el año de mi fracaso total en ese ramo”.

Sin embargo, su espíritu de lucha nunca lo abandonó e hizo de todo para ayudar al sustento de su familia, desde coser corbatas hasta emplearse como mensajero, repartidor, cobrador, auxiliar de contabilidad, contador, comerciante y ferretero.

Después tuvo una salchichonería y adquirió un camión repartidor de carnes, el cual tuvo que rematar cuando ese negocio, para variar, no funcionó. Más adelante se asoció con un amigo para manejar una pequeña imprenta, con la que realizó uno de sus sueños: editar la revista Álbum de Oro de la Canción.

Él mismo confesaría, años más tarde, que “Gracias a la revista tuve la oportunidad de conocer a los grandes compositores de esa época, a quienes entrevistaba y por quienes sentía una gran admiración, al grado de querer llegar a ser un día como uno de ellos”.

En efecto, Chava Flores se sentía cautivado por el trabajo de los creadores musicales, a los cuales se refería con respeto diciendo: “Mi afecto y admiración por los autores y compositores creció y creció, hasta colocarlos en el pedestal que aún siguen teniendo en mi simple y sencillo corazón”.

En 1952 se inició como compositor, debutando con la canción “Dos Horas de Balazos”, la cual, junto con el tema “La Tertulia”, fue llevada a los acetatos el 11 de enero de ese año. El éxito fue tal, que no tardaron en aparecer sus nuevas creaciones: “Boda de Vecindad”, “Peso Sobre Peso (La Bartola)”, “La Interesada”, “El Gato Viudo”, “Mi Chorro de Voz”, “Ingrata Pérfida” y “Llegaron los gorrones”.

Sus temas pronto se arraigaron en el gusto de la gente, que aceptó canciones como “Pobre Tom”, “Vámonos al Parque, Céfira”, “Cerró sus Ojitos Cleto”, “Pichicuás”, “Los Quince Años de Espergencia” y, más adelante, “Sábado Distrito Federal”, “Voy en el Metro” y “A qué le Tiras Cuando Sueñas, Mexicano”.

Fue el creador de un singular estilo, así como el principal difusor de sus canciones, mediante presentaciones que realizó en los centros nocturnos y teatros más importantes de la capital y del interior de la República Mexicana.

En cine participó en siete películas: “Mi Influyente Mujer” , “La Esquina de mi Barrio” , “Rebeldes sin Causa”, “Bajo el Cielo de México”, “El Correo del Norte” y “La Máscara de la Muerte”, y ¿A Qué Le Tiras Cuando Sueñas Mexicano?.

En el repertorio de Chava Flores hay más de 200 temas, que por su contenido le valieron que el público lo llamara “El Compositor Festivo de México”, “El Cronista Musical de la Ciudad”, “El Folklorista Urbano de México” y “El Compositor del Barrio”.

En cierta ocasión que le preguntaron si su música era de protesta, el compositor respondió: “A través de la música se pueden decir muchas cosas; la música será siempre una memoria histórica, pero nunca se va a poder hacer una revolución o una guerra con una canción, así que la llamada canción de protesta no es más que un relato que describe la inconformidad de algunas personas, y es ilógico pensar que con canciones se va a cambiar el sistema. Eso se hace con trabajo y dedicación”.

Su obra, sin embargo, no se circunscribe solamente a temas festivos y narraciones de lo que pasaba en los barrios. En su producción musical también se pueden encontrar canciones románticas en las que expresa sus tristezas, alegrías y sinsabores.

El propio Chava Flores comentó alguna vez que “la gente cree que nada más hago música para reír, pero tengo canciones diferentes que no se han publicado y que hablan de otra clase de vivencias que he tenido, porque yo también tengo mi corazoncito”

Chava Flores fue un apasionado que hizo de la música, la fotografía, la filatelia, la lectura, el cine y el baile sus grandes aficiones. Coleccionaba las obras de los grandes compositores mexicanos y extranjeros a quienes admiraba; sus preferencias incluían la música clásica, la instrumental, temas de películas, la zarzuela, el tango, y, por supuesto, la música mexicana.

La obra de Chava Flores trascendió a niveles culturales y actualmente se le estudia en las escuelas primarias y secundarias. Varias de sus canciones aparecen en los libros de texto gratuito, mientras que en diferentes universidades se hace lo propio en la especialidad de sociología.

Obtuvo varios reconocimientos y premios de instituciones tanto públicas como privadas, entre los que destaca la Medalla Agustín Lara, que la Sociedad de Autores y Compositores de México le otorgó por su brillante trayectoria artística.

Chava Flores escogió a la ciudad de Morelia, Michoacán, para vivir los últimos años de su vida, pero cuando se sintió enfermo regresó a la Ciudad de México, en donde falleció el 5 de agosto de 1987.

Se extinguió así un compositor único en su estilo y uno de los artistas mexicanos más versátiles y queridos, pero su obra definitivamente vivirá por siempre.

viernes, 13 de julio de 2012

LORENZO BARCELATA


Nació el 30 de julio de 1898 en Tlalixcoyan, Ver., hijo único de don Lorenzo Barcelata y doña Petrona Castro Elvira.

Su niñez fue más musical que académica, ya que el único maestro que había en su población reconoció su vocación, por lo que le enseñó a tocar la guitarra y lo animó a componer su propia música.

Así, a la temprana edad de 14 años, Lorenzo compuso sus primeras canciones, Arroyito y Como Gota de Agua.

Más adelante se trasladó a Tampico, en donde formó, primero, el Cuarteto Regional, con Augusto Medina, Víctor Monsreal y Andrés El Chino Cortés Castillo; después, al unirse con Ernesto Cortázar, Andrés Cortés Castillo, Nicolás y Antonio García Planes y Alberto Caballero, surgieron los Ruiseñores Tampiqueños. 

Este grupo era tan bueno que el entonces gobernador de Tamaulipas, y posteriormente Presidente de la República, Emilio Portes Gil, los apadrinó, les cambió el nombre a Trovadores Tamaulipecos y los apoyó para que realizaran una gira, que los llevó a Yucatán y después hasta Cuba.

Durante esa época Lorenzo Barcelata compuso el tema Lirio Azul, con letra del poeta Luis Rosado Vega.

El apoyo de Emilio Portes Gil se mantuvo y gracias a esto viajaron a Estados Unidos en 1927, en donde tuvieron mucho éxito, pero lamentablemente, hacia finales de ese año sufrieron un accidente en el que perdieron la vida dos de sus integrantes: Antonio García Planes y Alberto Caballero.

A raíz de este suceso regresaron a Tampico y el año siguiente, 1928, complementaron el grupo con Agustín Ramírez y Carlos Peña. En esta ocasión la gira los llevó a Nueva York, en donde su éxito fue mayúsculo, por lo que iniciaron la grabación de varios discos.

A principio de la década de los 30´s se popularizó en la radio su canción María Elena (también conocida como Tuyo es mi corazón), que fue grabada en todo el mundo e interpretada por los más importantes grupos musicales y cantantes del momento, como la orquesta de Glen Miller, llegando al primer lugar de popularidad en Estados Unidos, lo que lo obligó a realizar una gira por ese país, y algunos más de Centro y Sudamérica.

Como dato curioso, la música de este tema se escuchó por primera vez en EEUU como fondo de la película Bordertown en 1935, un año antes de su aparición en la película mexicana María Elena.

A partir de entonces la fortuna le sonrió en grande a Lorenzo, ya que musicalizó 21 películas en México, entre ellas Allá en el Rancho Grande, y en Hollywood actuó en 17 películas, 16 de las cuales se encargó también de musicalizar.

El gran logro de Lorenzo Barcelata fue convertir el mexicanismo en una expresión musical que no conoció fronteras, sobre todo por su momento histórico, en el que, por un lado, el México posrevolucionario buscaba un símbolo de unión e identidad, y por el otro, la radio se establecía como medio masivo de comunicación y el cinematógrafo se volvió sonoro en 1931, factores que abrieron nuevas posibilidades a la música y la canción.

Ente sus canciones más reconocidas figuran El coconito, Presumida, El Cascabel, Amanecer Ranchero, El Chinchorro, Balajú, De Veracruz, La vaquilla colorada, El Arreo, Por ti Aprendí a querer, Pajarillo manzanero, El cuerudo tamaulipeco, El toro, El Siquisiri, y en coautoría con Ernesto Cortázar, Corrido del agrarista, Tú ya no soplas, EL rifle, Errante, Nostalgia, Caña de azúcar, Vuela vuela palomita, Espejito y El Toro Coquito, entre muchas otras.

Un problema cardiaco se llevó a Lorenzo Barcelata el 13 de julio de 1943, cuando se encontraba en la Ciudad de México. Sus restos reposan en el Panteón Español.

En 1977, su canción El Cascabel fue seleccionada, junto a piezas musicales de todo el planeta, para representar los sonidos de la Tierra en un disco de gramófono enviado al espacio exterior, a bordo de las misiones Voyager, con la intención de que pueda ser escuchado por las inteligencias extraterrestres que lo encuentren.

En octubre de 2010, Lorenzo Barcelata fue homenajeado por la Sociedad de Autores y Compositores de México, con el Reconocimiento Póstumo Juventino Rosas, que fue creado para honrar a los compositores mexicanos cuya obra ha trascendido las fronteras y el tiempo.

viernes, 6 de julio de 2012

MIGUEL LERDO DE TEJADA


Ahí nació Miguel, en la calle de la Columba, que está junto al templo que lleva el mismo nombre, en Morelia. Al poco tiempo falleció el padre de Miguel, quien por lo tanto quedó huérfano de padre desde muy corta edad. Su madre decidió que siguiera la carrera eclesiástica, por lo que lo inscribió en el Seminario de Morelia y posteriormente en el Seminario Conciliar cuando se trasladó a la ciudad de México. Desde que Miguel estaba en el Seminario de Morelia y en el colegio de ese lugar, sus compañeros al darse cuenta de su gran facilidad para la música, le insistían que les compusiera pequeñas piezas musicales, las cuales tocaba al piano. Cuando ya estaba en la ciudad de México, Miguel decidió no seguir estudiando la carrera eclesiástica y prefirió ser militar. Su madre aceptó, por lo que lo inscribió de interno en el Colegio Militar, donde permaneció por dos años. 
Nació el 29 de Septiembre de 1869 en Morelia, Michoacán y murió el 25 de Mayo de 1941. Era sobrino de don Sebastián y don Miguel Lerdo, quienes ocuparon altos puestos políticos de México en el siglo XIX. Su padre, que era primo hermano de ambos, y nativo de Veracruz, se trasladó a Morelia a mediados del siglo XIX, y residió en Michoacán durante varios años. 


Sirvió en el Octavo Regimiento de Caballería; como oficial duró tres años, pero abandonó su puesto porque le avisaron que recibiría la herencia de su tío Don Sebastián Lerdo, expresidente de México. pero como ésta nunca llegó, se quedó en la calle, sin dinero ni carrera. Pasó varios meses de miseria en la ciudad de México, hasta que se empleó como pianista en un conocido cabaret de aquella época. Era la época en que los jóvenes que aspiraban a ser artistas debían comenzar por esos lugares en que el ambiente era a veces terrible y solo sobresalían aquellos con mucha personalidad y un gran temperamento, como fue el caso de Miguel lerdo de Tejada, quien salió de la ruina creando innumerables y hermosas canciones, valses, polcas, mazurcas, etc. Por fin un día pudo dejar los cabarets donde tocaba para ganarse la vida, y formar su propia orquesta; reunió un grupo de músicos para tocar música popular mexicana, por lo que los vistió con traje de charro. Su conjunto pasó a la historia por ser la primera Orquesta Típica que hubo en México, pero al ver el éxito que tenían, inmediatamente otras personas imitaron la idea, haciendo exactamente lo mismo. Había fundado la Orquesta Típica, era 1901.

Pero desde seis años atrás era ya un compositor que comenzaba a poner de moda canciones típicamente mexicanas. En 1895 compuso "Esther", que fue su primera mazurca, a la que siguieron canciones y piezas que fueron muy populares en su tiempo, como "Consentida", "Las Violetas", "Yo Soy Feliz", "Te Amo" y "Perjura". Esta última la compuso en 1901, por lo que la estrenó con su Orquesta Típica. Se hizo tan popular en tan poco tiempo, que pronto estuvo en todas las fiestas patrióticas y públicas. Esta canción fue la que más popularizó a Miguel, al grado de que en 1902 fue invitado a dar a conocer la música mexicana en la Exposición Panamericana de Búffalo, en los Estados Unidos.

Miguel Lerdo de Tejada formó nuevas fuentes de trabajo para los músicos, ya que fue el primero en tocar el piano en un cine, imponiendo la moda de que tocara un pianista en todos esos lugares.

En 1905, fue también el primero en tocar con su orquesta en los restaurantes, con lo que logró que los sitios más prestigiados contrataran orquestas para amenizar las comidas. Fue con su orquesta con la que se inauguro el primer cabaret de lujo en la ciudad de México, el restaurante Sylvain, y poco después todos los restaurantes y cabarets de lujo tenían orquestas. Miguel siempre fue simpático y abierto para los amigos, por lo que tuvo muchos. Fue amigo de casi todo el grupo de integrantes de la Revista Moderna, entre ellos, Amado Nervo, Luis G. Urbina, Jesús E. Valenzuela, Julio Ruelas, Rubén M. Campos, José Juan Tablada, Ciro B. Ceballos y otros, así como de los mejores músicos de su época, como Ernesto Elorduy, Teófilo Pomar, Salvador Pérez, Ángel J. Garrido y Ricardo García del Arellano. En 1910 compuso su danza "Amparo", la cual dedicó a la esposa del vicepresidente de la República, Don Ramón Corral. Su fama siguió en ascenso constante hasta el gobierno del General Huerta, quien lo comisionó para formar la Banda Típica de los Cuerpos Rurales, organizada con cantantes y con todos los instrumentos que estaban de moda en México en esa época. 

Daba audiciones en Chapultepec los domingos y días festivos. Esta actividad duró varios años, en que actuaba ante su público, que lo aclamaba siempre. Fue uno de los primeros mexicanos que dieron a conocer la música mexicana en el mundo y también el traje de charro, ya que viajó con su orquesta por varios países. Hizo una gira en 1928 y 1929 que duró un año, en la que recorrió las más importantes ciudades de los países de América. A su regreso a México en 1929, fue designado por el Presidente Portes Gil, Director de la Orquesta Típica de Policía, que estaba compuesta por setenta y dos miembros, con ella participó en varios eventos internacionales, como la exposición de Chicago de 1933 y 1934 y luego en Washington. Sus más cercanos amigos eran Felipe Llera, quien fue el principal intérprete de sus canciones, y sin duda alguna Mario Talavera, a quien llamaba su hermano espiritual. Además de las obras ya mencionadas, compuso "México Bello", "Beata", "El Faisán", "Vas Diciendo", "Tú Bien lo Sabes", etc. La edad y el cansancio lo obligaron a disminuir sus actividades y la muerte lo sorprendió el 25 de Mayo de 1941, en la ciudad de México, fue sepultado en el Panteón Francés de la misma ciudad. Una anécdota curiosa, aunque algo macabra de la vida de este destacado compositor, era narrada por Mario Talavera después de que ya había fallecido Miguel Lerdo de Tejada. Decía que cuando Miguel quedó huérfano de padre, sus tíos, que no querían fomentar su vocación por la música, escondieron la llave del piano de la casa en el bolsillo del saco que traía puesto el cadáver de su padre. El niño al enterarse de esto, decidió sacarla de ahí y aprovechando un momento en el que quedó sólo con su padre, la sacó. Le hizo creer a su familia que él no se había percatado de dónde la habían puesto, y únicamente tocaba cuando se quedaba completamente sólo en su casa. Los vecinos, desconcertados, afirmaban que era el espíritu del difunto quien volvía para tocar el piano, ya que Miguel lo hacía tan bien como su padre.